Me fascina que me pinte las uñas de los pies. Hoy ha escogido un tono azul. Sostiene cada dedo con mimo y pasa la brochita con suavidad. Observo su flequillo indomable, sus gafas de pasta, el tatuaje que adorna su pecho, el gesto en su rostro, exactamente el mismo que cuando afina su guitarra. Así me siento, clavijero, trastes, diapasón, cuerpo, boca, costado, cuerdas, puente… guitarra que anhela que toque una melodía. Blue… blue velvet… bluer than velvet were her eyes… warmer than her tender sighs… Love was ours… ours a Love I held tightly… feeling the rapture grow… Like a flame burning brightly may… soy una llama que arde.
Calibra el resultado. Asiente y comienza a soplar. No hace falta. La pintura, en teoría, se seca en un minuto, pero no lo digo. Su aliento aviva la llama. Pone cara de niño travieso y me hace cosquillas. Me río. ÉL también. Me gusta que me haga reír. Me gusta verle reír. Blue velvet que ahuyenta al blues*.
Regresa el silencio. Acaricia mis dedos con ternura. Observo su flequillo indomable, sus gafas de pasta, el tatuaje que adorna su pecho, el gesto en su rostro, exactamente el mismo que cuando piensa qué melodía va a tocar. Se decide y sus manos de guitarrista rasgan mis tobillos, mis pantorrillas, mis muslos, mis labios. La mía lubrica mis pies, libera su miembro, lo guía hasta el sexo que forman mis plantas.
Nos miramos a los ojos.
Improvisamos.
créditos lelo